Desde hace mucho tiempo venimos escuchando que la ingesta de alimentos más importantes es el desayuno, y también que la más liviana es la cena, que es la última comida del día, antes de irnos al descanso nocturno.

En los primeros tiempos de la humanidad, por ejemplo, entre los griegos, era la comida más fuerte, constituida por suculentos banquetes, que se degustaban en reuniones de hombres que incluìan bebidas alcoholicas y postre.

Si bien sabemos que comer mucho en la cena es malo, el ritmo de la vida actual nos impide destinar el tiempo necesario al desayuno y al almuerzo. Y solo para la cena estamos liberados de nuestros compromisos cotidianos, nos relajamos y queremos consumir todo lo que hemos dejado de lado cuando lo necesitábamos. Acá no rigen las compensaciones, lo que antes no se consumió, ahora ya no sirve, pues almacenamos de energía nuestro organismo cuando menos necesitamos de ella, ya que luego nos disponemos a dormir.

Esta forma de consumir alimentos en nuestras cenas diarias, podemos ir cambiandolas lentamente cuando llegamos a la época de nuestra jubilación ya que con mayor tiempo libre, podemos dedicar los tiempos necesarios a las cuatro comidas diarias.

Igualmente, se recomienda consumir para la cena, ensaladas, sopas livianas, verduras al vapor, milanesas de tofu ò soja, frutas, etc. Las pastas tienen alto contenido de hidratos de carbono, y un plato de tamaño pequeño y sin salsa ( solo con una liviana de tomate) son muy buenas para dormir relajado, ya que favorecen la producción de serotonina. Lo mismo podemos decir del arroz, que es muy bueno, en pequeñas cantidades y sobre todo si es integral.

Debemos suprimir en nuestras cenas el te, salvo el de tilo y el café, lo mismo que las frituras y todo alimentos graso, por ejemplo, los snacks.

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